Vertiente llegó a mi vida como un soplo de aire fresco, como la posibilidad de un nuevo comienzo, la sensación de un sueño por cumplir…

Crecí en una familia donde la cocina era el lugar de encuentro, donde todos fueron bienvenidos. Ahí aprendí el valor de compartir conversaciones alrededor de la mesa, la comida casera siempre presente, una excusa perfecta. Esto mismo traté de replicar con mis hijos y sus amigos. Nuestra cocina, con su horno a leña siempre prendido, mate en mano lugar de encuentro, de charlas y sueños.

 Un día cualquiera de la primavera 2017 me enteré que Vertiente estaba a la venta. Era mi café preferido en Bariloche. Me acerqué a hablar con Lila y Martín, los de la «Idea» original. Y así, como si hubiera estado ya pactado de antes, cerramos trato una semana después y abrimos nuestro café en enero del 2018.

Cada uno de mis hijos me acompaña y apoya en este proyecto, son generadores de ideas, impulsores de campañas, creadores de proyectos, constructores de espacios únicos, fuente inagotable de energía. Están muy presentes en cada detalle de Vertiente.

Cada mañana, cuando abro la puerta y pongo la pizarra del día, agradezco a la vida e invito a cada uno a entrar y compartir conmigo un pedacito de mi hogar.